La democracia representativa mexicana funcionaría mejor con un sistema proporcional puro. La transición a la democracia, que va de 1977 al año 2000, se logró que México por la vía de los votos y gracias, en buena medida, a que los partidos de oposición encontraron un foro institucional con la legalización de los diputados de partido en 1977. La representación proporcional permitió que los partidos se fortalecieran y le arrebataran al poder político el monopolio de la representación. Es relativamente clara la adscripción de este ensayo al enfoque neoinstitucional, el cual confía en las reglas como condicionantes del juego electoral, y en los actores como encargados de aplicarlas incidiendo en su fortalecimiento y, eventualmente, en su reforma. La idea, como sugiere Robert Putnam, consiste en descubrir si "las instituciones formales influyen en la práctica de la política y el gobierno" y si tras reformarlas seguirá su práctica.
Para entender el problema de la eficiencia en las organizaciones públicas conviene hurgar en los conceptos de Max Weber en torno a la racionalidad con arreglo a fines. Teóricamente, dos fenómenos se vinculan claramente con ésta: el Estado moderno y la economía capitalista. En su evolución, a veces confluyen, otras se distancian, pero tienen en común la conducta individual y la acción social motivadas por el cálculo racional en aras del lucro. De modo que tenemos, por un lado, la economía del capital, como expresión específica de la búsqueda de utilidad; por el otro, el Estado, con el derecho y la centralización del dinero y del sistema fiscal, como garante del intercambio económico que hace posible la ganancia. Y en los dos fenómenos se encuentra la burocratización como la forma de organización humana más acabada, cuyo fundamento es la especialización técnica del trabajo profesional. No sin un poco de ironía, la racionalidad axiológica, en lo esencial, derivada de la religión y, particularmente, del ascetismo intramundano del protestantismo, vendría a fortalecer, con su ética del trabajo, el desarrollo de la burocracia y de la economía. El tipo ideal weberiano (el modelo) que tiene en lo anterior sus cimientos es el de la dominación legal-burocrática que, en sí misma, sería frágil si el Estado no utilizara legítimamente la coacción, hija de poder y la violencia que obligadamente le acompaña, como última ratio, y como el instrumento fundamental del político moderno. ; In order to understand the problem of efficiency in public organizations, it seems appropriate to poke through Max Weber's concepts about the means-ends rationality. Theoretically, two phenomena are clearly related to the latter: the modern state and the capitalist economy. Throughout their evolution, at times they converge, and at times diverge, but they share in common the individual conduct and the social action motivated by the rational calculus for profit. So there they are, on one hand, the capitalist economy, as a specific expression of the search for material gain; on the other, the state, with law and the centralization of money and the fiscal system, as the economic exchange guarantor for the realization of profit. And in both phenomena, there appears bureaucratization as the most complete form of human organization, whose foundation is the technical specialization of professional work. Not without some irony, axiological rationality, essentially derived from religion and, in particular, from the protestant intramundane asceticism, would come to enhance, with its work ethics, the bureaucratic and economic development. The Weberian ideal type (the model) upon which the aforementioned finds its underpinnings is the legal-bureaucratic domination that, in itself, would be fragile were not for the state's using of coaction, the heir of power and its obliged accompaniment, violence, as its legitimate ultima ratio, and as the modern politician's fundamental instrument.
Como formas de organización reconocidas constitucionalmente el ejido y la comunidad parecen competir en atribuciones no sólo con los gobiernos municipales, sino con los gobiernos estatales e incluso, con el gobierno federal. Sus jurisdicciones y sus órganos de gobierno, pese a su aparente simplicidad, conforman barreras más o menos bien delimitadas a la acción de los gobiernos subnacionales. Su existencia, en realidad, aporta grados de complejidad a las relaciones intergubernamentales en México en sectores específicos: compite en el plano legal con ellos, pero también —aunque hace falta más investigación al respecto— en el terreno de prácticas y costumbres locales. El ámbito de la normatividad ambiental es uno de ellos. En consecuencia, a la ya clásica clasificación de Dell Wright habría que añadir ejidos y comunidades como una esfera de decisión local de la que, sin embargo, resulta difícil precisar su verdadero lugar. Protegida por la Constitución y por leyes nacionales, las instancias estatales y municipales deben detenerse ante ellas y adecuar sus acciones. Quizá no alcance para constituirse en un cuarto nivel de gobierno, pero ejidos y comunidades conforman un espacio real de autoridad que puede competir, por lo menos, con los gobiernos municipales. ; As constitutionally recognized forms of organization, ejidos and comunidades seem to compete not only with municipal governments, but with state governments in matters of legal faculties. Their jurisdictions and governing organs, despite their apparent simplicity, raise barriers more or less well delimited to the action of subnational governments. Their existence, in fact, confer degrees of complexity to intergovernmental relations (IGR) in Mexico in specific sectors, for they compete at the legal level with the latter, as well as —although in this theme it is necessary more research— in the field of local practices and costumes. The space of environment regulation is clearly one of those sectors. Therefore, to the Deil Wright's known IGR classification one should add ejidos and comunidades as a real government sphere, whose exact place, nonetheless, becomes difficult to determine. Protected by the political constitution and by national laws, and before which state and municipal agencies must deter themselves and adequate their dispositions, the sphere of ejidos and comunidades acts, indeed, at the local level.
A Maquiavelo se le atribuye la fundación de la ciencia política moderna. Al hacerlo, traza los límites de una nueva racionalidad política . Maquiavelo coloca la idea y el ejercicio del poder político en el centro de la modernidad. A la manera de escultor, cincela y le da por lo menos su forma más básica al estadio, de manera que resulta casi imposible separarlo del príncipe. Este no debe conquistar el Estado sino preservarlo. Y para ello hay que hacer uso de la violencia, saber aprovechar las circunstancias - la fortuna- poniendo en juego el príncipe, el actor político moderno, su prudencia. Ahí reside la virtud. Se trata de la capacidad de hacer usos indistinto de la maldad o la bondad, la crueldad y la ternura, la devoción o la incredulidad, según las circunstancias y el dictado de la prudencia. Para Maquiavelo no importa si el príncipe en realidad es bueno o cruel, creyente o no; lo que importa para el fin de preservar el Estado es sobre todo parecerlo, porque por los resultados, no por las intenciones y los valores intrínsecos del hombre, el político será juzgado.
Machiavelli is considered to be the founder of modern political science. Indeed, he proposes a new political rationale. Machiavelli places the idea & exercise of political power at the center of modernity. Like a sculptor, he molds & gives to the state at least its most basic form, so that it becomes almost inseparable from the Prince's role. The latter must not only conquer the former but also preserve it. In order to do this, it is necessary to make use of violence & to take advantage of the circumstances as they arise. This is what Machiavelli calls fortuna, which the Prince, the modern political actor, faces up to while using his good sense, the Machiavellian prudencia. Therein lies the Prince's virtue -- virtu. The rationale behind this has to do with the capacity of instinctively employing cruelty or compassion, devotion or incredulity, according to the circumstances & as prudence dictates. Machiavelli is not concerned about the Prince's being good or ruthless, a believer or not. What matters above all is to appear to have these qualities. As Machiavelli puts it, "the end justifies the means." After all, when the end is the protection of the state, the politician will be judged for the outcome, but not for the intentions or his inner human values. Adapted from the source document.